Un bordado bien hecho merece conservarse impecable. Desde el lavado hasta el almacenamiento, cada paso es clave para mantener vivos los colores y la forma.
1. Lavado y secado suaves
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Lava a mano con agua fría y jabón neutro, evitando frotar con fuerza.
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Enjuaga bien y exprime con cuidado, sin retorcer.
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Extiende en posición horizontal sobre una toalla limpia para secar al aire.
2. Plancha y eliminación de arrugas
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Coloca un paño fino sobre el bordado y plancha a baja temperatura.
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Plancha siempre por el reverso para proteger las puntadas.
3. Almacenamiento adecuado
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Guarda en cajas o bolsas de algodón, con papel libre de ácido.
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Añade bolsitas de gel de sílice para controlar la humedad.
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Evita la luz directa del sol y lugares húmedos.
4. Revisión periódica
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Cada 6–12 meses, revisa si hay hilos sueltos, manchas o signos de moho.
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Repara pequeñas roturas al momento para evitar que el daño se extienda.
Conclusión
Con estos cuidados, tus bordados conservarán su belleza generación tras generación. ¿Tienes un truco propio? ¡Compártelo en los comentarios y enriquezcamos juntos la comunidad bordadora!